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jueves, 22 de abril de 2010

senyals al cel


"...i arribarà un dia en que una creu apareixerà al cel i això serà senyal de que cal estendre la roba al terrat, sense fer preguntes. "
Alexis Gunnardson

“Segunda vuelta”

Aunque nadie se dio cuenta del momento exacto, sucedió el jueves 19 de Marzo de 2.009, cuando el sol se encontraba exactamente en su cénit: la Tierra detuvo su rotación y la inició en sentido contrario.
Unas horas después, cuando el hecho fue evidente, las emisoras de radio, siempre atentas a la noticia, interrumpieron sus emisiones para conectar con los expertos de turno, quienes dieron su versión de los hechos de acuerdo con su particular punto de vista. Así, mientras los medios ecologistas lo consideraban consecuencia del calentamiento global de la Tierra, la emisora de los obispos atribuía el fenómeno a un castigo divino, consecuencia de la relajación de costumbres y a la pérdida de los valores morales, aprovechando, de paso, para pedir más dinero al Estado.
Entretanto, en la isla Tauere, en pleno Océano Pacífico, el agricultor local Tei Tetua observaba con curiosidad el fenómeno.
Los ciudadanos, por su parte, estaban convencidos de que se trataba del inicio de una campaña publicitaria, probablemente de telefonía móvil según decían los más enterados: “ya no saben cómo llamar la atención”. Sólo empezaron a tomárselo en serio cuando se dieron cuenta de que, como consecuencia del fenómeno, el tiempo iba en sentido contrario; de esa forma, al jueves 19 de Marzo le sucedió el miércoles 18 de Marzo, a éste el 17 de Marzo y así sucesivamente.
Una vez verificado el hecho, la comunidad científica acordó nombrar “segunda vuelta (Sv)” a esta repetición de días, elaboró la teoría del Giro Asíncrono Inverso de la Tierra (Ampliado), e inició largas y sesudas discusiones sobre el tema.
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Las consecuencias no se hicieron esperar: Ramón Serrano, Director Informático del Banco Hipotecario, tras constatar el caos provocado y que serían necesarios por lo menos 15 años de trabajo para adaptar los Sistemas de Información al nuevo calendario, fundó una secta negacionista del tiempo y se refugió, junto con otros colegas del ramo, en una cueva de los Monegros.
Mientras tanto, en la isla Tauere del archipiélago Tuamotú, en pleno Océano Pacífico, Tei Tetua, adaptó los periodos de siembra y recogida de sus cultivos.
Javier y Lucía, vecinos de Barcelona que habían contratado una hipoteca la semana anterior, celebraron, junto con su amigo Ibrahim, que no llegaría el vencimiento de ninguna de las 480 mensualidades firmadas con el banco. Ibrahim, por su parte, con su permiso de residencia a punto de expirar, celebraba la expectativa de poder quedarse sin problemas en el país.
Aminoácidos diversos y bacterias, completamente ajenos al fenómeno, siguieron con su proceso de descomposición de todo tipo de alimentos envasados, que, al no llegar a su fecha de caducidad, fueron consumidos sin ninguna precaución, con lo que, en poco tiempo, los servicios hospitalarios quedaron colapsados, en lo que fue una de las señales del inicio del caos.
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A día de hoy, 17 de Abril de 2003 Sv, mientras que la confusión y el caos se ha adueñado de lo que se llamaba mundo civilizado, diversas agencias de la ONU, constituidas expresamente para el caso, siguen sin ponerse de acuerdo sobre el enfoque que se debe dar al estudio del fenómeno.
En la isla Tauere del archipiélago Tuamotú, a poco más de 2.000 Km. de Mururoa, en pleno Océano Pacífico, la cosecha de caña de azúcar, piña y cereales ha cubierto las expectativas.

martes, 20 de abril de 2010

Objectes amb personalitat - "Intercanvis"

La historia que sigue no hubiera sucedido sin la curiosidad de Carlos López, especialista en literatura del siglo XIX y becario en la Universidad de Barcelona que, mientras trabajaba en la obra de James M. Barrie, se detuvo a analizar con atención las correcciones y notas que éste dejó en el manuscrito original de “Los niños perdidos”, texto poco conocido del autor de Peter Pan.
Con creciente interés, Carlos fue anotando las referencias a “armas que escupen rayos verdes”, “ejército marciano hostil”, y otras similares que abundaban en el texto, todas ellas escritas en los márgenes y posteriormente tachadas. Experto en su tema, no se le escapó la relación evidente con la obra más conocida de H. G. Wells, contemporáneo de Barrie y precursor de la literatura de extraterrestres, tema que nunca había interesado a James M. Barrie.
Una vez superada su incredulidad, Carlos recordó que su colega Restelli estaba trabajando en un estudio sobre el autor de “La Guerra de los mundos”. Buen conocedor de sus costumbres, encontró a Restelli en la barra del bar de la Facultad, delante de un humeante cortado y disponiéndose a atacar un sabroso bocadillo de jamón. Tras saludarle, se sentó a su lado y, sin más, le empezó a relatar ordenadamente su hallazgo mientras le mostraba las notas de trabajo. Restelli le escuchó sin interrumpirle, mientras Carlos dudaba sobre si estaba más interesado en su relato o en el bocadillo que, poco a poco, iba desapareciendo en su boca. Cuando terminaron, más o menos al mismo tiempo, relato y bocadillo, Restelli pidió a Carlos que le acompañara a su mesa de trabajo.
Una vez allí, extrajo de un cajón una carpeta etiquetada como H. G. Wells, de la que sacó varias hojas amarillentas que entregó a su colega. Éste pudo observar que, entre el texto manuscrito, los papeles contenían unos sorprendentes dibujos de palmeras, piratas y hadas volando por el cielo, todos ellos trazados con tinta negra que, a pesar de su antigüedad, se mantenía correctamente fijada en el papel. Carlos, reconociendo que no entendía nada, miró interrogativamente a Restelli que sonriendo murmuraba:
-Entonces era verdad…
Viendo que la expresión de su interlocutor pasaba de la curiosidad a la exigencia de aclaraciones, continuó:
-Verás, ¿sabes fue Lewis Edson Waterman?
- ¿Waterman?, ¿El de las estilográficas?
-Efectivamente, Lewis E. Waterman inventó la estilográfica en 1.883. Se cuenta que, para popularizar su invento, regaló algunas unidades a famosos escritores de su época. Aunque fueron pocos los que se atrevieron a usarla para su trabajo, parece ser que tanto a Wells como a Barrie les gustó la novedad y, aunque alejados tanto ideológicamente como en sus temáticas, compartieron a menudo sus experiencias literarias. La leyenda dice que, accidentalmente, en uno de sus encuentros, intercambiaron sus plumas, lo que habría provocado resultados sorprendentes en su obra posterior. Personalmente nunca lo había creído.
Se hizo un silencio. Su mente literaria imaginaba el efecto que podía causar el intercambio de lápices, plumas y ordenadores de diferentes personas. Fue Restelli quien lo rompió.
-Pero bueno, está claro que nadie va a creer a 2 becarios imaginativos, ¿no crees?
-Por supuesto, ¡vaya idea!, Aún nos caería una bronca por perder el tiempo en tonterías.
-¿Te apetece un cortadito?